Barbastro

Animales que sanan: «Con una simple mirada o caricia, hacen memoria»

El Núcleo Zoológico Iris realiza terapia con animales en la residencia Las Huertas de Barbastro para ayudar a los mayores con deterioro cognitivo

Beatriz Cosculluela, dueña del Núcleo Zoológico Iris que realiza la terapia con animales
Beatriz Cosculluela, dueña del Núcleo Zoológico Iris
Pablo Alvira Fuertes Alvira Fuertes
23 agosto 2021

Las relaciones entre humanos y animales han evolucionado a lo largo de los años. Desde lo cultural y religioso hasta lo social y terapéutico. En éste último aspecto, su efecto en las personas se demostraron hace siglos. Florence Nightingale, precursora de la enfermería moderna fue pionera en este tipo de terapia. Descubrió que la interacción de los pacientes con animales pequeños aliviaba su estrés. Ya en 1976, la enfermera estadounidense Elaine Smith comenzó el primer programa para entrenar animales de terapia y, desde ese momento, la demanda ha ido en aumento.

En la ciudad de Barbastro, la residencia de Las Huertas recibe a unos peculiares visitantes. De la mano del Núcleo Zoológico Iris; un cordero, un perro, conejos y gallinas visitan cada semana el centro de mayores. El vínculo de los residentes con estos animales «es muy fuerte y se nota». La mayoría han desarrollado toda su vida en el medio rural y han estado desde su infancia rodeados de estos animales. Hacen terapia con los más mayores para ayudar a expresarse y recordar aspectos de su pasado, una bonita manera de romper la rutina en la que viven y se sientan acompañados.

En el caso de los pacientes con deterioro cognitivo, ya sea alzhéimer o algún tipo de demencia, estas terapias les ayudan a moverse, reaccionan a estímulos y se relacionan con otros residentes. Incluso interactúan con los animales. «Gente que tiene altos grados de deterioro, con una simple mirada o con una caricia vemos que ellos reaccionan. Pasan de no contarte nada a recordar cosas de su pasado. Ves que un día lo tienen malo y cuando ven una oveja o gallina les cambia el carácter completamente. Recuerdan y hacen movimientos que antes no hacían», explica Beatriz Cosculluela, dueña del Núcleo Zoológico Iris.

Una residente acaricia una gallina
Una residente acaricia una gallina

Recuerdos de la infancia y mucha ternura son los sentimientos que despiertan estos animales en los residentes del centro. «Algunos se emocionan porque recuerdan toda su historia con estos animales y nos cuentan anécdotas. Muchos se han criado con conejos, gallinas o perros en casa. Otros muchos también han sido pastores y les ayuda más de lo que crees. Notan la relajación que transmiten y les alivia el estrés», añade.

Sesiones «al ritmo de los mayores»

Todo surgió con una excursión de unos 40 residentes al Núcleo Zoológico Iris. «Funcionó muy bien, se fueron maravillados. Cada animal que veían preguntaban mucho y fue muy estimulante. Bea y Jorge se lo explicaban súper bien, tienen mucha sensibilidad con la gente mayor», indica Amaia Itoiz, directora del centro Las Huertas. «Yo les contaba la historia de cada animal que tenemos aquí y ellos me contaban la suya con los animales de granja. Ahora no estamos acostumbrados pero antes se vivía de lo que se criaba en los establos de las casas. Me di cuenta de que todos habían tenido ovejas, cerdos o cabras», añade Cosculluela.

«Pasan de no contarte nada a recordar cosas de su pasado. Ves que un día lo tienen malo y cuando ven una oveja o gallina les cambia el carácter completamente»

Beatriz Cosculluela

Ambas hablaron sobre la posibilidad de realizar unas terapias con estos animales, «probamos un tiempo y vimos que era una pasada». «Habíamos visto que en otros sitios lo habían hecho solo con perros pero lo bueno de esto es que son animales con los que todos han tenido contacto», manifiesta la directora del centro.

Las sesiones de terapia consisten en acercar los animales a los residentes. Les preguntan, por ejemplo, el color, si son suaves o qué sienten al tocarlo. Así hacen memoria y reconstruyen recuerdos. Se realizan en grupos de cinco durante media hora. Siempre van despacio, «al ritmo de los mayores», y sin cansarles para que los cojan con más ganas la semana que viene: «Durante toda la semana esperan a Bea. Además, les sitúa en el tiempo porque saben que todos los viernes va a venir. También es un poco sorpresa porque hay veces que traen animales nuevos y les hace ilusión».

Bea y Jorge acercan el cervatillo a una residente
Bea y Jorge acercan el cervatillo a una residente

Alguna sesión de terapia acuden con animales exóticos: tortugas, búhos, lechuzas y hasta un cervatillo. «Estas especies las llevamos para los que no tienen deterioros cognitivos. Porque sí se enteran, disfrutan muchísimo tocándolos y conociendo animales totalmente nuevos para ellos», añade Cosculluela. Asegura Itoiz que las mejoras en los pacientes son evidentes: «Desde personas con alzhéimer avanzado que prácticamente no hablan con nosotros, hacían movimientos, giraban la cabeza, se les cambiaba la cara, de repente emitían sonidos que hacía años que no oíamos. Les hace más ilusión que una terapia musical, por ejemplo». Por otra parte, cuenta la duela del zoo entre risas que «para ellos los animales son para comer»: «Que si para un caldo, que si un cabrito asado o el cordero con patatas. No ven que los tengamos como animales de compañía».

Sus sonrisas, impagables

El resultado: un éxito. «Es muy positivo. Y ahora con la pandemia les viene mejor que antes. Antes se ponían muy contentos pero es que ahora lo necesitan ya no solo por el animal, sino porque ven a muy pocas personas. Llevan mucho tiempo encerrados. Necesitan cariño y contacto», explica. Destaca la dueña de Núcleo Zoológico Iris, la paz que les transmite simplemente ponerles una gallina encima y ver cómo la tocan mientras recuerdan su relación con el ave. En ese sentido, Amaia Itoiz añade que, para los residentes, reanudar las terapias con animales tras la pandemia ha sido «como volver a la normalidad». Para ellos era un símbolo previo al confinamiento de marzo.

Compartir tiempo con estos animales es gratificante, tanto para estos mayores de Barbastro en la terapia como para Beatriz. «Lo hacemos gratuitamente porque nos gusta. En la vida las cosas no se valoran por dinero. El amor no se paga con dinero. Cuando voy a Las Huertas cada semana y veo las sonrisas de cada abuelo y abuela y la satisfacción con la que me voy, es impagable. Con eso soy muy feliz, el ver que puedo ayudar a personas mayores y no me cuesta nada», confiesa emocionada.

Ambas mujeres tienen claro que, más allá de sus límites, la memoria juega un papel crucial en nuestros mayores. Sostiene las huellas del pasado y ayuda a reconstruir recuerdos olvidados o suspendidos en el limbo. Por mucho que no puedan acordarse, en estas terapias con animales el mero contacto significa un estímulo muy potente para su sistema cognitivo.

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