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Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
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Anglomanía

Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
22 septiembre 2022

Que no es aversión exagerada a lo inglés, pues en tal caso hubiera escrito anglofobia. Anglomanía es esa afición desmedida a decir en inglés lo que puede decirse en español, y confieso que me causa sorpresa y malestar.

Me sorprendió que la ya sexagenaria feria local se anunciase como ferma shopping experience o ferma mobility, y me produjo malestar que esto haya ocurrido en la patria de los Argensola, a los que, en el glorioso siglo de oro español, se les calificó como “los Horacios españoles”.

Esta afición a decir en inglés lo que puede decirse en la lengua materna, que, además de materna, es hermosa como pocas, va adquiriendo carta de naturaleza, no sé bien si por ignorancia o por una modernidad mal entendida, que lleva a valorar más lo foráneo que lo propio, aunque no haya motivos para ello.

Pues una cosa es fomentar el dominio de otros idiomas de notable vigencia, además del propio, y otra, olvidar que el nuestro figura entre los de mayor difusión y creer que, por anunciarse en inglés, el comprador se sentirá más atraído.

No me resisto a recordar unos versos que Luis de Góngora y Argote dedicó al Conde de Lemos y al Duque de Feria, por no haber sido invitado a formar parte del séquito en sus viajes diplomáticos a Nápoles y Francia. En el primer cuarteto del soneto y parte del segundo escribió:

«El conde mi señor se fue a Napóles;
el duque mi señor se fue a Francía:
príncipes, buen viaje, que este día
pesadumbre daré a unos caracoles.
Como sobran tan doctos españoles,
a ninguno ofrecí la musa mía…»

Y continúa sangrando por la herida de verse postergado, pero lo principal ya estaba dicho: Góngora, además de permitirse la licencia poética de acentuar incorrectamente los términos “Nápoles” y “Francia” para salvar la métrica del endecasílabo propia del soneto, se regodeó diciendo que no les quiso ofrecer sus servicios, porque “sobran tan doctos españoles”.Lo que ahora parece que sobra es nuestro docto idioma, pues se recurre al inglés para decir lo que obviamente podría decirse en español. No tengo el ingenio de Góngora para apuntillar con un soneto esta crítica, aunque puede que no sea necesario, pues no sé si nuestros escolares saben quién fue Góngora o qué es un soneto. Tal vez estas cosas ya no entran en el examen y, si entran, a lo mejor se pasa el curso, aunque no se sepan.

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