Barbastro

Ángeles Sancho Subirá celebró sus cien años recordando su trayectoria

Sus días los emplea en pintar y, alguna tarde, acude a las actividades de refuerzo de la memoria de la Asociación de Alzheimer

Angelita, en su casa, recibió la visita de El Cruzado Aragonés. Foto: Lola García
Lola Gª Casanova
04 noviembre 2025

Ángeles Sancho Subirá, Angelita, se levanta de su silla sin ayuda. Sorprende su agilidad. En verdad, cuando estás con ella te preguntas si acaba de cumplir un siglo de vida. Por mucho que le preguntes, confiesa con humildad que tampoco sabe el porqué de tantos años. “No lo sé. Pero estoy contenta y si Dios quiere, pues aquí seguiré”. Cuenta su hijo que ha gozado de buena salud. “He comido de todo, aunque ahora me estoy volviendo un poco rara”, puntualiza Angelita. Eso sí, en su mesa nunca han faltado los mantecados (helados), ni los bombones. “He comido mantecados hasta en invierno y chocolate. Y aún como”. Ella ha vivido sola, con apoyos puntuales, hasta hace poquito tiempo. Sus días los emplea en pintar y, alguna tarde, acude a las actividades de refuerzo de la memoria de la Asociación de Alzheimer. 

Nació en 1925 en una amplia casa de la calle La Seo de Barbastro y, cuando se casó, se trasladó a vivir a la calle Argensola. Cerca del bullicio del centro y de la plaza del Matadero. Ahí, en una casa donde desde la falsa podían disfrutar de las películas del Teatro Principal. “En el cine tenían que abrir unas ventanas altas sobre el gallinero para ventilar. A nosotros nos venía muy bien, ya que veíamos la pantalla directamente. Algunas veces íbamos al teatro, pero si era gratis, mejor. Subía a ver las películas hasta un guardia civil que teníamos de vecino”. Otra de sus aficiones, el baile. Con amenas tardes en la Sociedad. “Mi marido fue socio desde el principio, fundador”, aclara.

Pero además de sus pasatiempos, a Angelita le ha gustado su profesión: bordadora. Por sus manos, de hecho, han pasado muchos de los manteles que hoy en día luce el altar de la catedral de Barbastro. El oficio de bordadora lo aprendió en Zaragoza, donde de joven, estuvo una época viviendo con una tía. Bordar, coser, hacer media y las manualidades. Y ese quehacer y el buen gusto queda reflejado en los colores de los mandalas que pinta a diario. Siempre ha vivido en Barbastro, donde “se vive bien” asegura. Y recuerda que antes, había mucha diferencia entre Barbastro y los pueblos: “Cuando nos compramos la primera lavadora mi prima que vino de Aguinaliu le dijo a su marido que quería una. Pero él respondió que dónde la iban a enchufar si no tenían luz en casa”. 

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