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Sol Otto Oliván Al levantar la vista
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Agonías

Sol Otto Oliván Al levantar la vista
28 julio 2025
“Pero no estoy aquí para llorar.
Si se nos cae la casa, se vuelve a
levantar”. La Ronda de Boltaña.

Iba a entrar en materia, era lo prometido. Tenía el título, que es como decir que el artículo estaba en adobo, faltaba cocinarlo y, en verano, vuelta y vuelta, a la parrilla, nada de guisos agobiantes. Pero me está dando pereza volver sobre las cuitas de nuestro Presidente y sus secuaces elegidos entre la élite de la escoria, según vamos viendo: todos metiendo la mano en la caja, todos con un gusto pésimo para relatar sus correrías de sátrapas vulgares. Parecía que la agonía de este gobierno iba a ser rápida, lo que siempre es un consuelo para los que esperan el desenlace: “una horita corta” pedían nuestros abuelos al cielo para cuando les llegara su hora. Pero no parece que esta agonía sea de esas, será lenta, los estertores durarán y hasta es posible una reanimación “in extremis” si siguen saliendo fechorías en el otro bando: los otros, antes, metiendo mano a la caja, la de siempre, la que llenamos todos con nuestros impuestos. Una cosa de locos, el deporte nacional, el latrocinio desde el poder.

Esa era mi intención, de verdad. Pero este es otro verano tórrido, peor que ninguno, dicen, y será porque me tiene agotada, así que en lugar de agarrar la pluma con fuerza, la dejé de lado y me fui a Ipiés a seguir por sus calles a la Ronda de Boltaña y allí, de casa en casa, la música hermosa y la buena compañía me hicieron dejar de lado a esa tropa. Fue un momento de calma, de volver a un tiempo que se fue de tantos de nuestros pueblos, tan bellos, tan solos hoy. Lo malo fue la vuelta. La tierra, la nuestra, me trajo a la realidad de aquí, y al temor de que la soledad de esos pueblos, que fueron la cuna de tantos de nuestros ancestros, acabe en esta ciudad, que va perdiendo demasiadas señas de identidad. Se cierran negocios, no hay relevo generacional, se dice, todos a la capital del reino, presumen, y se alejan como de la peste, no vayan a tener que presenciar su agonía. Aquí se están dejando caer muchas casas, caer en sentido figurado y en sentido real, las letras de la ronda les resbalan. Su tierra es un recuerdo romántico, nada más. No van a luchar por ella. Si agoniza, mejor no estar. Y mientras, aquí, nuestros próceres siguen sin saber tocar las teclas que reviertan la situación, ufanos de mandar en una tierra con pasado, pero sin rasmia ni ideas ni decisión de tomar, de verdad, las riendas del futuro.

Y ya podría amargarme el verano con todo esto o, lo que es peor, amargárselo a usted, querido lector, pero no, no quiero, no hay que llorar, ni reblar. Eso pensaba oyendo, de vuelta a casa en el coche, la música hermosa de un aragonés joven, Juanjo Bona, que actuó en Lanuza este pasado fin de semana. Canta bien, pero, sobre todo, su música integra, estupendamente, acordes de jota, de rondalla, músicas que nos llevan a la infancia, a la nuestra, una combinación hermosísima. Su música va de sueños, amores, soledad, miedos, pero, sobre todo, sabe a Aragón por los cuatro costados y tiene un aire muy nuevo, pero sin olvidar sus raíces, es más, habla de sus raíces, presume de sus raíces, son parte de él. Con algo de suerte no acabaremos siendo un parque temático para que lo recorran los turistas en verano. Con suerte, pero, sobre todo con la savia joven de los que quieren a su tierra, de verdad, y deciden trabajar por ella y en ella.

Que el calor no nos deje sin voz, que es una consecuencia del aire acondicionado, claro, pero, sobre todo, de una suerte de dejadez que ha traído la vida demasiado cómoda y que nos está dejando sin agallas.

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