Con el estreno del mes de octubre ha llegado la apertura al tráfico del último tramo de la A-22, que une Huesca y Lérida. Poco más de 12 kilómetros que completan el trazado 25 años después de que se iniciaran los trabajos. Una obra más que esperada y que, visto lo que se ha tardado en ejecutar, muchos pensaban que ya no podrían disfrutar de ella.
Con la apertura llegó una inauguración, con su descubrimiento de placa, con fotos, con una gran carpa instalada junto a la flamante autovía. Y con la presencia de un ministro de España, quien habló de institucionalidad. Pero el acto no tuvo nada de institucional porque casi se convirtió en un cónclave político. El Partido Popular, que gobierna las ciudades de Barbastro y Huesca, la Diputación Provincial y el Gobierno de Aragón, no acudió a la cita.
Más allá de si existe motivo o no para la celebración, la ausencia del PP supone un síntoma del panorama institucional que padecemos. Es sabido que las inauguraciones suponen actos propagandísticos: el gobierno de turno luce su gestión entre flashes, sonrisas y palmaditas en el hombro. Son oportunistas, siempre. También podría serlo el anuncio del presidente aragonés de premiar al fallecido Javier Lambán. Sin embargo, el hecho de que los compañeros socialistas de este permanecieran impávidos ante un reconocimiento institucional también supone un mazazo a la buena salud institucional.
Una situación generalizada. La ideología se impone y cuesta encontrar figuras que se coloquen por encima de ella para solucionar los problemas de la población. Una situación preocupante en un momento en el que la sociedad ha salido a la calle para defender los servicios sanitarios del Hospital de Barbastro. Si nuestros representantes, sean locales, autonómicos o nacionales, no saben ni comportarse en un acto institucional (por muy propagandístico que sea), ¿cómo van a sentarse y buscar pactos de estado en temas esenciales como la sanidad?