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Ildefonso García Serena Al levantar la vista
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Peligros de carne y hueso

Ildefonso García Serena Al levantar la vista
06 octubre 2025

Después de un verano de incendios, con el recuerdo de la Dana de octubre de 2024 y con el navajeo político in crescendo, resulta poco risueño el regreso de las vacaciones. Pero no todo es gris; el gobierno nos viene a decir que somos de nuevo el faro de occidente con un crecimiento importante del empleo y también del PIB, que supera a los demás países europeos. Podríamos no quejarnos en ese frente económico, pero tampoco es para tirar cohetes, ya que lo que importa al bolsillo de cada vecino es la renta per cápita. El PIB total producido aumenta porque también lo hace el número de personas que trabajan, pero la renta individual de los españoles sube muy poco en realidad, y con la inflación, más bien podemos decir que baja.

Sin embargo, tenemos una buena noticia: el paro juvenil, que hace una década alcanzaba niveles catastróficos –más de la mitad de los jóvenes sin empleo–, se ha reducido casi a la mitad, aunque continúa entre los más altos de Europa. El problema hoy es que los salarios no permiten a los jóvenes ocupados acceder a un alquiler. No obstante, percibo en las últimas generaciones un interés por abrirse camino a través de iniciativas de emprendimiento apoyándose en las nuevas tecnologías. Ya sé que esta última ola tecnológica preocupa a muchos, pero soy más partidario de creer que especialmente en España podremos mejorar alguna cosa gracias a ella. Al menos un factor muy importante para aumentar las rentas individuales. Mejorará la gran asignatura de la baja productividad general de nuestro sistema productivo, sin duda la más pesada losa que aplasta los salarios.

Las causas de esta singularidad en un país moderno no es un misterio. Se trata de problemas que sería aburrido enumerar; pero de los que no me resisto a recitarles los principales. Uno, la falta de tamaño de las empresas, con algunas excepciones. Dos, la escasa transferencia de tecnología de la universidad a las empresas por otro extraño cortocircuito. (Y ojo, no es que la universidad no produzca investigación, simplemente no fluye a las corporaciones). Y tres: la contumaz burocracia española que desde los Reyes Catolices constituye un freno de primer orden y nadie le ha podido meter mano. Si usted no me cree, intente averiguar a cuántas ventanillas tendría que acudir para poner este invierno en la calle un puesto de castañas.

Yo creo que esta burocracia nuestra pesa tanto en el conjunto productivo, es tan granítica y correosa, que no tenemos el doble o el triple de empresas porque en España es menos atractivo correr ese maratón burocrático para ser emprendedor autónomo que emplearse en un banco. La inteligencia artificial introducirá procesos inimaginables, en todos los campos, en la ciencia y en la salud, pero también en el papeleo, dejando espacio para otras cosas en las que pensar: crear, trabajar, o emprender. Confío en eso y en que hará milagros incluso en la administración. No todo lo nuevo y desconocido tiene que ser para peor. En el mundo que nos encontramos después de las vacaciones de 2025 veo peligros mucho más grandes que la inteligencia artificial y los robots. Y hoy por hoy, todos son personas de carne y hueso.

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