El 18 de junio, en el Museo Diocesano de Barbastro-Monzón a las 19 horas, José Antonio Adell, investigador y escritor, presenta su libro número 47, una novela que desvela la vida de Raymundo Guillermo, nuestro san Ramón obispo.
¿Por qué decidió dedicarle un libro al patrón de Barbastro y de la diócesis?
Desde hacía algún tiempo llevaba en mente indagar sobre este personaje. Me atraía porque, a pesar de ser el patrón de la diócesis, sigue siendo un gran desconocido para muchos, sobre todo fuera de Barbastro. De hecho, su culto se reduce a Roda de Isábena, Barbastro, Capella (donde existe una ermita), Sopeira y poco más. Además, en numerosas ocasiones se confunde con san Ramón Nonato.
Por otro lado, el próximo año se cumplirán los 900 años de su muerte en 1126. Cuando caí en la cuenta de esta efeméride vi claro que había llegado el momento oportuno de ponerse a investigar sobre san Ramón. Y considero que la fecha merecerá ser celebrada.
¿Cómo han sido estos meses de inmersión en la vida del santo?
La principal fuente se guarda en el Archivo Histórico Diocesano de Barbastro-Monzón. Se trata de la obra del canónigo Elías, escrita en 1138, poco después de su fallecimiento. Sin embargo, y aunque sus últimos años se encuentran muy bien documentados, he querido bucear en otros momentos de su vida y he tirado del hilo de otros personajes vinculados con nuestro protagonista. Esta labor ha resultado ardua e intensa.
Pero ha escrito una novela, no un ensayo histórico.
Creo que nos hallamos ante la primera novela de san Ramón. La novela te permite más agilidad y llegar a más público. No obstante, y a pesar del género, me he permitido muy pocas licencias. He procurado ser riguroso y, excepto cuatro personajes muy secundarios, todos los protagonistas existieron e hicieron lo que narro.
El libro arranca en el momento en el que el obispo Esteban de Huesca expulsa a Ramón, obispo de Barbastro, de la catedral.
Este hecho marca toda su vida y es muy significativa dentro del contexto de la Edad Media. Vivió en una época compleja, llena de fragmentación, con intrigas y alianzas que, al hombre de ahora, nos cuesta comprender. Y, a mí también, como creyente.
En agosto de 1116, entra el obispo Esteban de Huesca con sus tropas en Barbastro. Raymundo se encontraba en la catedral e intenta ser conciliador, pero Esteban se muestra inflexible y, amparado por el rey Alfonso I, lo envía a Roda alegando que los límites de la diócesis de Huesca llegaban hasta el río Cinca. En aquellos momentos, el río Alcanadre marcaba la línea divisoria, pero Esteban se aferró a un tratado anterior. De hecho, el papa respaldó al de Barbastro e incluso enviaron mediadores, sin éxito. La ambición de Esteban era el obispado de Zaragoza y, aunque por poco tiempo, lo logró. Eso sí, mientras que Ramón moría en olor de santidad, no así Esteban a quien el papa excomulgó en dos ocasiones. San Ramón además, abandonó Barbastro descalzo, pues un soldado le arrebató los zapatos.
San Ramón es mucho más que este suceso.
En efecto. No cabe duda de que se trata de un adelantado a su tiempo. Él no acompañaba al rey en sus luchas como hacía la mayoría de prelados. Sino que se dedicó al trabajo pastoral. Consagró iglesias como la de Fornillos de Ilche, un altar en la colegiata de Alquézar, Sopeira, San Román de Castro, Boí y Taull… Viajó a Roma en varias ocasiones, por Francia y se volcó con las artes y la acción caritativa. En cuanto a las parroquias, hasta el concilio de Trento en 1563, los obispos no tenían la obligación de visitarlas, él lo hizo 400 años antes.
¿Le ha costado retratar a un santo sin caer en la beatería?
Entraña dificultad. Aquí me gustaría resaltar su tremenda humildad, como se ve en la manera de encajar su exilio a Roda, el gran respeto que inspiraba y su fama de santo milagrero poco después de su fallecimiento. Su legado pervivió como se pone de manifiesto en el poema que le dedica Bartolomé Leonardo de Argensola.
Se trata de un santo medieval, ¿cree que puede interesar mas allá de nuestra provincia?
En la dedicatoria menciono a las personas del Altoaragón para que sepamos valorar nuestra rica historia y nuestro patrimonio. Qué duda cabe que me haría ilusión… Sin embargo, no entra en mis ambiciones y se quedará en Huesca, que es, de verdad, el lugar donde me interesa que perdure y se conozca a este gran hombre santo.