Con alegría y gratitud, me dirijo a vosotros en la fiesta del domingo, Pentecostés. Este es un día de júbilo, un recordatorio vibrante de que el Espíritu de Dios sigue actuando en medio de nosotros, impulsándonos a ser testigos valientes de su amor en el mundo. Conmemoramos la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y María, el nacimiento de la Iglesia y el cumplimiento de la promesa de Jesús.
Pero este Pentecostés adquiere un significado aún más especial para nuestra Diócesis, ya que celebramos nuestro Encuentro Diocesano de Laicos, que este año recala en Graus. ¡Qué bendición tan grande es poder congregarnos como comunidad de fe! Más aún cuando estamos viviendo este Año Jubilar 2025, dedicado a la peregrinación de la esperanza, en el que vuestra presencia y vuestro compromiso son un signo vivo de la vitalidad de nuestra Iglesia. En este Encuentro daremos gracias a Dios por el inicio del pontificado del papa León XIV. Hace unos días, en Roma, le trasladé la oración, fidelidad y cariño de la diócesis por él.
El laicado, con su vocación específica de santificar el mundo desde dentro, es el corazón palpitante de la misión evangelizadora. Los laicos ofrecéis vuestro testimonio en muchos ambientes: en la familia, en el trabajo y en la sociedad. Deseo que la fe os impulse a llevar la alegría del Evangelio a todos, especialmente a los más necesitados y a aquellos que aún no conocen a Cristo. Pentecostés nos recuerda que no estamos solos. El Espíritu Santo nos fortalece, nos ilumina y nos capacita para ser verdaderos discípulos misioneros.
Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, interceda por nosotros y nos guíe en este camino de santidad y misión. La Virgen de la Peña, templo jubilar en Graus, nos espera a todos este domingo para vivir con gozo y esperanza este día de fiesta.