Periodista leridano y técnico superior en enología y maridaje, Rafa Gimena moderó en el Congreso de Periodismo de Huesca la mesa de debate: ‘Periodismo de vino, entre economía y cultura’. Desde Como Pomona, marca de comunicación gastronómica de su agencia y pseudónimo con el que publica sobre vino y gastronomía, dirige la página web homónima y la Conferencia Catalana de Comunicación del Vino. Colabora también en diferentes medios y proyectos enogastronómicos.
¿Cómo fue el inicio de su relación con el vino?
Primero entro en el mundo de la gastronomía hace 30 años. Recuerdo cuando estaba de prácticas me enviaban a cubrir en Lleida la Cofradía dels Vins de la Terra Ferma. Era algo de unos restaurantes y una gente que bebía vino y nadie quería ir. Mandaban al de prácticas. Ahí cogí contacto con el vino a mis 20 años, cuando no era bebedor de vinos. A partir de ahí entré en el periodismo gastronómico. Hice un seminario que compartí con personajes como Ferrán Adriá, Granollers o Ignasi Riera. Durante un mes todos los jueves hacíamos sesiones de cultura gastronómica y periodismo. Eso fue para mí el despertar de la gastronomía. A partir de ahí me interesé por el vino y me formé como técnico superior en enología y maridaje a nivel de vino para complementar mi formación de periodista.
¿Cómo se marida el vino con el periodismo? ¿Cómo se explica el vino más allá del producto?
El vino se explica entendiendo lo poliédrico que es. Con las personas que hay detrás del mundo del vino. Primero en el viñedo, en las bodegas y toda la cadena de presentación, distribución, hasta que llega a la restauración. Entendiendo todo el proceso, pero sabiendo que es un producto cultural, porque detrás de él hay tradiciones e historias. Es una cultura ancestral, anterior a la cultura clásica. Era sagrado. Toda esa magia del vino como un elemento placentero y que sirve para momentos especiales. El vino y el periodismo son como el periodismo y la vida, podemos hablar de ello en muchos sitios.
«Un buen vino debe tener personas detrás de su elaboración y cuando me lo presenten que tenga un relato y una historia»
Rafa Gimena Periodista gastronómico y técnico superior en enología y maridaje
¿Cree que hay poca cultura del vino?
Hay más de la que nos creemos, y la que tenemos no la sabemos poner en valor o visualizar de forma clara. Falta más educación en vino. La cultura la tenemos desde un punto de vista de que es un producto muy nuestro. Sin darnos cuenta todos hemos comido melocotón con vino o carne guisada con vino. El vino está más presente de lo que nos creemos en el día a día, incluso gente que no bebe vino lo consume, pero no es consciente de su presencia. Es importante hacer el salto a saber divulgar.
¿Qué opinión le merece de la D.O. Somontano?
Somontano es una Denominación de Origen que la considero especial por su modernidad. El hecho de que fuese una Denominación de Origen que se constituyera a finales del siglo XX le ha valido para ser muy innovadora, dinámica y moderna. Supo salir de la crisis del 2008 con inversiones importantes que apuestan por el Somontano. Es importante que haya grupos grandes que ayuden a tirar de la marca y que los medianos y pequeños tengan un beneficio. Todo empieza en el territorio, que ellos se lo crean. Aragón también es una zona rica en vinos. Es un hándicap. Somontano es una Denominación de Origen con 4.000 hectáreas y 30 bodegas que le permite articular una gran estrategia de comunicación y venta. Los festivales son una clara muestra de lo que han podido llegar a hacer.
¿Tiene el enoturismo alguna asignatura pendiente?
Como todo turismo es atraer visitantes. Se están haciendo productos mas allá de la visita a la bodega, muy interesantes y bonitos para vivir experiencias en el entorno del vino. Es como yo entiendo el concepto de enoturismo, como un turismo más cultural que industrial. Lo que necesita es generar demanda y eso es ir a buscar en mercados turísticos y convencer a toda la gente que aquí hay un territorio de vino muy rico y muy cerca.
¿Qué debe tener un vino para que le impresione?
Me considero muy respetuoso con todo lo que se hace desde el campo con trabajo y esfuerzo. Un buen vino ha de ser técnicamente rico y sin defectos. Que no tenga estridencia en el desequilibrio entre acidez y dulzor. Sobre todo, que tenga personas detrás de su elaboración y cuando me lo presenten que el vino tenga un relato y una historia. Es decir, que cuando comparta ese vino esté haciendo algo más que ingerir un líquido. En definitiva, que esté viviendo una experiencia cultural enriquecedora con ese producto.