Cuenta Mari Mur, de la Frutería del Vero, que su padre anhelaba que llegaran las ocho de la mañana para ir a trabajar. Sus padres en Barbastro, sus abuelos paternos en Colungo, todos tenderos. Ella y sus hermanos continúan el negocio.

“Mantener una pequeña tienda significa esfuerzo, implica mucho sacrificio. Y, la verdad, yo no sé si estamos educando a nuestros hijos para tanta abnegación. Hablo de mis hijas y también de la sociedad en general, de nuestros jóvenes. Por este motivo, creo que el futuro del pequeño comercio se presenta negro. Por la exigencia”. 

«Un pequeño negocio sólo sale adelante en familia. Los empleados tienen sus horas, pero el autónomo… no»

Mari Mur

Mur alude a la tremenda cantidad de horas de trabajo que conlleva levantar la persiana cada día y de cara al público. Horas que no se pueden rentabilizar. “Esto te tiene que gustar, hay que vivirlo. Mis hijas ven mi modo de vida y el de su padre. A pesar de que él también lleva un negocio, los viernes por la tarde ya está en casa. Como madre me pregunto si quiero esto para mis hijas. Y, al mismo tiempo, me llenaría de satisfacción que ellas, o su primo Pablo, continuaran”.

Hace más de 30 años, su hermano mayor convenció a la familia para abrir un restaurante. Hoy, La bodega del Vero y el servicio de cáterin tiran del negocio mientras ha disminuido la rentabilidad de la tienda que, por otra parte, se ha especializado en productos gurmés.

La Frutería del Vero se encuentra presente en redes y este trabajo lo lleva una empresa externa. La falta de tiempo explica esta decisión. “Estamos porque tenemos que estar, como carta de presentación, pero no vendemos por internet».