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Sol Otto Oliván Al levantar la vista
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La suplente

Sol Otto Oliván Al levantar la vista
24 abril 2023

Ayer falté a mi palabra, lo reconozco. Me había prometido a mí misma desconectar de los discursos hueros de los políticos por un tiempo, desintoxicarme algo de sus monólogos autocomplacientes, incluso aquí había dejado, con excusas varias, de hablar de ellos. Pero este domingo caí en la tentación de nuevo y escuché en su totalidad la entrevista que le hicieron a la vicepresidenta Díaz en televisión. Es que siempre tengo la tentación de creer que no todo está perdido, que igual hay vida inteligente en la política y está algo escondida, que algún mirlo blanco surgirá por algún lado en algún momento. Reconozco que ese optimismo mío no estaba justificado en este caso y que pocas probabilidades había de que pudiera encontrar algo que me interesara en su discurso, así que es posible que sólo la curiosidad, quizás malsana, hiciera que perdiera el tiempo, tanto, ante el televisor en una apacible noche de domingo. Es que no escarmiento.

El caso es que este personaje de la política se me atravesó ya hace tiempo y sigue cuando da patadas al lenguaje de grueso calibre, como cuando utiliza la expresión “debe de ser” una y otra vez para indicar obligación en lugar de probabilidad o duda. Cuando la oigo usar el latiguillo, encantada de resaltar la preposición, me vuelve el recuerdo de mis clases de lengua cuando nuestro profesor, exigente, nos hacía poner ejemplos para diferenciar “debe ser”: obligación, y “debe de ser”: probabilidad. Convendrán conmigo en que tampoco hay que llevar las cosas al extremo, no tengo yo que ponerle nota, ya aprobó el bachillerato y bien que le va en la vida, aunque no utilice correctamente nuestro idioma, pero es que se me atraganta, no lo puedo evitar. Es oírla usar mal la expresión y empezar a protestar ante el televisor indicándole, como si pudiera oírme, que vuelva a coger algún libro de lengua, a poder ser de los de antes, para corregirse.

Pero dejemos la lengua para otro momento. El caso es que la vicepresidenta, feminista como la que más, reconoció que se enfadó muchísimo cuando Pablo Iglesias, su mentor, la eligió a dedo a ella, y sólo a ella, para sustituirle. Ello no obstante, aceptó, lo cual indica que, o es una inconsciente total por aceptar lo que no quería, o en la forma en que se le ofreció, o es una hipócrita de manual. Aquí vendría bien el refrán: “A caballo regalado no le mires el diente” o ese otro: “Dame pan y dime tonto”, tonta, por favor, usemos bien el femenino. Luego se lio un poco con lo que haría o dejaría de hacer o con quien contaría si llegaba a presidenta del gobierno –fue Pablo Iglesias, por cierto, quien aseguró que sería la primera presidenta–. Digo esto porque daba vueltas sin definirse, sin concretar: el “sí” y el “no”, no le salen, mojarse no es lo suyo, aunque no paró de repetir que iba a ser clara. Lo que tiene claro es que este país se irá a la mierda si ella no está al frente o no está junto al que esté al frente del gobierno. Hay paro, dijo, ella que está en Trabajo, pero que sólo ella y los suyos –que no se sabe bien quienes son a estas alturas– son los que van a evitarlo en adelante, porque han aprendido la lección. Esto es, hasta ahora no lo han resuelto, pero luego ya cogerán carrerilla e irá todo sobre ruedas. Y así todo. Tampoco vale la pena profundizar más. Por cierto, el entrevistador no le formuló preguntas sobre la ley feminista por antonomasia, la que iba a ser seguida por otras naciones, la ley fetén del “sólo sí es sí”. Nada, ni una palabra sobre otras leyes ni sobre otras cuestiones incómodas. Así cualquiera.

Y esto es sólo el principio. Esta campaña electoral promete. Y yo no vuelvo a prometer más que no hablaré de política. No. Está en mi naturaleza, no lo puedo evitar.

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